Friday, March 14, 2008

 

VUELVE EL MAESTRO

Esta semana he estado toda la semana en la Feria Alimentaria de Barcelona, es francamente muy cansado pero bueno solo es cada dos años y eso es soportable, además, este vez he tenido la fortuna de ver al Maestro prácticamente cada día. Se tomaba su copita de cava conmigo y me ilustraba sobre sus saberes, que son muchos. Apareció el lunes por la tarde con su traje de ralla diplomática, también llevaba una camisa de rallas y una corbata de rallas, el Maestro iba rallado todo él.
-Mis saludos Maestro, que duro es esto ¿verdad?
-¿Duro? Esto que va a ser duro. Tú que eres un flojo, si es que ahora no valéis pa na, leche.
-Bueno Maestro, lo vamos intentando hombre.
-Afijate en mí, en el 59 estaba yo en Sidi Ifni. Aquello sí que era duro. Oye, que nos daban vino mezclado con pólvora…
-¿Cómo vino con pólvora?
-Para que aguantáramos. Pero aquello nos volvía locos, con nada que te tomaras te ponías majaron perdido. Allí fue donde perdimos la 2ª Bandera de Paracaidistas, eran de Alcantarilla en Murcia.
-¿Pero cómo perdido, es qué las banderas se pierden?
-Pues claro. El ejército es lo que tiene, se pierde la bandera y se ha perdido. Oye y que ahí no hay más tu tía. Sí es que tú no entiendes nada de eso… No ves que yo soy hijo de militar, mi padre era coronel. Bueno, y yo me licencie de capitán ¿Tú qué te crees? Ahora que cuando lo del Sahara solo era alférez.
-Jo, Maestro, es que me tiene usted alucinado, que cada vez tiene más oficios.
-Pero afuera parte de lo del ejercito yo lo que soy de verdad, de verdad es torero.
-Ya, ya, ya, pero… ¿Oiga y usted entró en combate ahí en África?
-¿Qué si entré en combate? Pues claro, para eso nos daban el vino con pólvora. Lo que yo no sé si mataría a alguno o no.
-¡A no!
-No. Yo estaba reescondido y cuando me parecía a mí me levantaba y echaba una ráfaga y a luego otra vez al agujero, total que yo que se… Bueno tú que me voy, que yo también tengo trabajo.
El Maestro se marcho con ese andar danzarín que uno les atribuye a los toreros, como si en algún momento fueran capaces de levitar.
Un día que estábamos el Maestro y yo, en uno de los escasos momentos de relax que nos permitían nuestras obligaciones, sentados tomando una copa; vino a saludarme una de mis clientas más antiguas. Una sesentona soltera y parlanchina que me dio dos besos y acto seguido pidió disculpas al maestro por habernos interrumpido.
-Las mujeres guapas y elegantes como usted, nunca molestan –contestó el Maestro elevando su mano derecha en un gesto antiguo y teatral.
-¡Hay! Muchas gracias señor.
-Señora, todas las gracias las tiene usted –volvió a contestar el Maestro extendiendo ambos brazos con el consiguiente peligro de que se derramara la copa de cava que sostenía en la mano izquierda.
-Es que ya no quedan hombres galantes como usted, bueno y… guapos –le dijo mi clienta en un arrebato mientras lo miraba a través de sus gafas redondas que aumentan el tamaño de sus ojos, desmesuradamente abiertos en aquel momento.
-Me tiene a sus pies señora. Estoy en el pabellón de enfrente véngame a verme cuando quiera.
La mujer le dio las gracias y se fue bastante azorada. El Maestro espero a que se distanciara y me espetó con el rostro serio y la vista puesta en el infinito:
-Hay que ver que clase tengo.
La tarde del día siguiente volvió aparecer mi clienta. No llevaba gafas y se había pintado el contorno de los ojos de azul violeta.
-Oye, ¿aquel señor donde lo puedo encontrar? –Me dijo acercándome la boca al oído y gastando una ínfima parte de su voz en ello.
Le di las indicaciones precisas y la contemplé marcharse encima de unos tacones poco indicados para una caminata. “Hay Maestro, ya veremos cómo toreas esto. Como no seas hábil y le hagas una larga cambiada te veo jodido amigo, o quizás fuera mejor utilizar el gerundio para este momento”.

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