Friday, March 07, 2008

 

PARTE DE BAJAS

El Hoyos se repantingaba en su silla estirando las piernas en todas las direcciones posibles con los pulgares metidos entre el cinturón y el pantalón. El pelo negro y ya muy deslucido por las canas le caía sobre los hombros en guedejas parejas, solidas y algo viscosas.
-Pues sí, chico sí, como te cuento… El pobre Pollo las ha pateado. Es que reventó, el hombre. Claro, que la noche anterior se había bebido todas las existencias del bar del Chacho, ¿Tú te acuerdas del Chacho?
-Pues no, ahora no caigo, no.
-Pero como no te vas acordar del Chacho… Pero si ese era de tu época.
-Pues es que ahora no caigo, la verdad.
-Sí, coño sí. Era uno que había trabajado en la SEAT. Lo echaron y el julai, con el dinero que le aforaron, se monto un negocio con el Cifras, ya sabes aquel que había ido a la universidad y sabía el tío tela de números.
-Ya, el Cifras.
-Ese, ves como si que te acuerdas. Pues bueno, el Chacho y el Cifras se montaron el chiringuito ese del “chocolate”, “la maría”, “el costo”… tú ya sabes…
-¿Pero no era un bar lo que tenían?
-No hombre, no. Eso fue luego, cuando salieron del talego… Bueno cuando salió el Chacho porque el Cifras la palmo dentro.
-Pues vaya.
-Sí, ya ves. Fue en una pelea, le clavaron un pincho en el pescuezo, aquí –dijo el Hoyos apuntando con su dedo índice a una parte muy concreta de su cuello.
Estábamos en el Bar Amigó, sentados en una mesa al lado de uno de los ventanales. En aquel momento la calle estaba desierta y una ligera llovizna empezó a caer encima de la acera gris y seca que se troco rápidamente en negra y húmeda mientras, el Hoyos, seguía dándome noticias de los viejos tiempos.
-El que también la ha palmado es el Juanico, pero ese de cáncer…
La puerta se abrió y entró una chica rubia, alta y delgada con los pantalones tejanos muy ajustados al cuerpo, presionándole las nalgas hasta hacerlas evidentes. Pasó por nuestro lado y expandió por el aire un perfume dulce y pegajoso… era olor de las tías buenas. El Hoyos no se fijó en ella, quizás no le interesaba, quizás esta demasiado lejos de su existencia para poderla ver.
-… el Nino, ese la palmó de una sobredosis…
La lluvia había cesado y el pavimento estaba recuperando su color original. Mis ojos se dirigieron hacía una esquina de la mesa en la que había un periódico doblado por la mitad. La noticia solo ocupaba un pequeño recuadro: “Bill Gates baja al tercer puesto en la lista de los más ricos del mundo”
-Que quieres que te cuente Coyote, que la vida es una mierda… pero si eso ya lo sabes tú…
-Sí, Hoyos ya lo sé… si solo hay que fijarse en el pobre de Bill Gates…
-Sí, ya ves; que todo son desgracias, tío… Bueno si quieres nos piramos de aquí, ahora ya no va a llover más, y te voy a convidar yo a unas anchoas con vermut en un chiringuito que me conozco que la vas a flipar, nene.
Salimos a la calle y caminamos despacio en dirección a las Ramblas antes de cruzar el semáforo le dije al Hoyos que me esperara, que tenía que volver al bar. Entré deprisa, casi se podría decir que de forma violenta. Me acerque a la mesa donde la chica rubia y guapa se tomaba su café con leche y fumaba un cigarrillo rubio con gesto indolente. Cuando estaba a punto de abrir la boca me di cuenta que, quizás, también estaba demasiado lejos de mi existencia. Me volví a la calle donde me esperaba el Hoyos agarrado al semáforo con los ojos entornados y algo achispados.

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