Saturday, September 30, 2006

 

LEYENDAS URBANAS

Tenía una forma muy peculiar de llevar su negocio. Cerraba sin avisar, para marcharse, acompañado de todos sus camareros y cocineros, a ver un partido de fútbol del Barça, por supuesto, jugara este en la ciudad que jugara, fuera Burgos o París. También estuvo una semana cerrado en solidaridad con los carniceros cuando lo del mal de las vacas locas. Admitía en su restaurante a quien él quería sin importarle quien fuera, actor famoso o obrero de la construcción. Se cuenta que no le quiso servir a Pascual Maragall, cuando este era alcalde. No se podían reservar mesas. No aceptaba tarjetas de crédito. Mucha gente iba a cenar a La Tomaquera, su restaurante de la calle Margarit, solo para verlo a él y también porque la cocina, en la que Manel era el rey, valía la pena: Las alcachofas, los pies de cerdo, los caracoles... Yo he vivido muchas anécdotas, comiendo o cenando en su casa. Me he reído mucho con sus ocurrencias cómo por ejemplo cuando alguien le preguntaba si tardaría mucho en quedar una mesa libre y él, invariablemente, siempre contestaba:
-Yo no lo sé, pregúntele usted a los que están cenando si acabaran rápido.
Una noche que comíamos allí, recuerdo que vino a pedir mesa un señor muy bien vestido, traje oscuro y aires de grandeza. Manel, cómo era su costumbre, le dijo que se apuntara en una libreta de espiral que siempre estaba en la barra, delante de donde él montaba los platos. El tipo aquel insistió con algún comentario que Manel no entendió y le dijo:
-Oiga señor no me ve como voy vestido, -dijo señalando su delantal blanco- yo soy cocinero, hábleme con el lenguaje del pueblo, no ve que si no, no lo entiendo...
Este viernes, mientras conducía, iba escuchando la radio y Carlos Herrera, en su programa de la mañana, anunció que Manel “El gran oso blanco”, como él lo llamaba, había muerto. La verdad es que me dejó helado, el miércoles lo había visto, nos saludamos, y Manel era el mismo hombre, nervioso y activo de siempre. Un hombre razonablemente rico y que vivía la vida que quería vivir.
En cualquier caso, ahora, Manel, el dueño de la Tomaquera, ha dejado de existir y pasa a engrosar la lista de las leyendas urbanas y a partir de ahora empezaran a correr muchas historias en las que, él, será el protagonista. Mucha suerte en tu nuevo destino Manel, fue una gran experiencia conocerte.

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