Saturday, December 22, 2007

 

TIEMPOS DIFÍCILES

No creo que estos sean tiempos especialmente difíciles aunque haya signos que así nos lo indiquen, creo que siempre podremos ver esas evidencias sea cual sea la época en la nos encontremos e independientemente de los dramas públicos y personales que estemos viviendo. Lo bueno de estos tiempos es que, pase lo que pase, siempre podemos acudir al presidente Sarkozy para que nos resuelva la papeleta. El omnipresente Nicolás está acabando conmigo, lo veo en todas partes: Rescatando azafatas perdidas en África, discutiendo con los huelguistas en la calle, orientando al Papa de Roma, enamorando a la chica del anuncio del Nescafé (yo también me enamoré de ella y de su voz ronca y suave), en Afganistán saludando a los soldados franceses, en...
Esta mañana me he encontrado con un amigo mientras paseaba por la calle Almirall Cervera, en la Barceloneta; hacia mucho tiempo que no nos veíamos y nos hemos dedicado los piropos habituales en estos casos:
-Caramba chico, que sorpresa... ¡Oye que te veo fenómeno!
-Tú también estas estupendo Leo y te estas dejando el pelo largo ¿no?
-Sí chico, estoy en una edad muy difícil y hay que hacer algunos cambios para seguir tirando.
-Oye, y muy pocas canas te veo. ¿Tú te tiñes o qué?
-No, no me gusta...
-¡Ah! Pues yo lo tengo muy claro si se me pone muy blanco, me lo tiño y punto. Es que si no uno se hace viejo enseguida. ¿No te parece?
-No sabría que decirte... Eso habría que consultárselo a Sarkozy, que sabe de todo.
Me miró de una forma extraña argumentó una precipitada despedida, me deseo feliz Navidad y se fue con paso rápido y desigual en dirección al mar. Cruce la calle y desande parte del camino para mirar los escaparates de una farmacia que cada año, por estas fechas, pone unos mecanos navideños antiguos. Son dos, uno en cada aparador, ambos son paisajes nevados. Uno es una montaña por la que se deslizan unos diminutos esquiadores con gorros y trajes descoloridos, tiene una pequeña rotura en la base de la montaña por la que se ve la cadena que hace que los hombrecillos bajen deslizándose por la nieve pintada de forma incansable y eterna. En la otra vitrina un telesilla sube, balanceándose y emitiendo un ligero ronroneo, a los esquiadores solos o en parejas en un bucle infinito
Me quedo mirando hasta que me doy cuenta que mi aliento esta dejando su rastro en el cristal. Que le voy hacer: Me gusta la Navidad y el señor gordo de traje rojo y los Reyes Magos que traen esos regalos tan absurdos: Oro, incienso y mirra. También me gustan las comidas con la familia, las sobremesas, la lotería, esa cierta hipocresía que tenemos todos al desearnos paz, felicidad y todo eso. Me gusta.FELIZ NAVIDAD A TODOS

Sunday, December 09, 2007

 

UNA HISTORIA CONVENCIONAL

Por las noches cenábamos en una especie de sala de reuniones que estaba en la planta de arriba con Pepe, el Escabeche, Santiago y Juan. Cada uno se llevaba su fiambrera y salíamos a comprar cerveza y vino al Bar Transportes, era el único que había en aquel polígono industrial que, al fin, solo eran unas cuantas naves desperdigadas en un paisaje desolado e inquietante. Esa noche no salió nadie, llovía a cantaros y tuvimos que beber agua del grifo. Era de color blanquecino y sabia a lejía. Pepe, el Escabeche, estaba eufórico y muy parlanchín, contrariamente a su habitual pose silenciosa y taciturna.
-Pues sí tío, lo de mi suegro no tiene remedio, esta el hombre to p’allá. Y mí suegra tampoco es que furrule muy bien, no te creas. Además la mujer lleva un descontrol con la compra que pa qué las prisas.
-¿Qué pasa, compra mucho?
-¿Cómo mucho? Lo compra todo...
-Coño, pues se va a quedar sin un chavo.
-Ya te digo. Si lo mismo paso cuando lo del santo en Roma.
-¿Santo, qué santo?
-Pues uno de esos que esta en el cielo y hace milagros y todo el rollo ese...
-¡Ah! Vale...
-Sí, es que es de la familia sabes, creo que es tío abuelo de mi mujer o algo así. Lo del parentesco no lo tengo muy claro.
-¡Joder! Pues vaya lujo ¿no?
-Bueno... no sé, ¿tú crees?
-Hombre... pues claro. Eso es más que tener un pariente marques o algo de eso. Oye que el tío ese esta con Dios.
-Ya.
-Coño, lo máximo. Ya no se puede llegar más alto.
-Vale, pero a lo que íbamos. Cuando fueron a la beatificación del santo ese, la suegra, se llevó cien paquetes de pañuelos de papel, cien paquetes por persona y día...
-Pero... ¿Y eso para qué? ¿Para qué quería tantos pañuelos?
-Bueno, la mujer hizo sus cálculos. Ella pensó que una ceremonia de ese tipo y en Roma, en el Vaticano, tenía que ser muy emocionante. Claro la gente se emociona empieza a llorar, a sonarse y se gastan un montón de pañuelos.
-Pues si que vamos bien. Oye, ¿y para cuanta gente compró pañuelos?
-Pues no lo sé exactamente. Pero ellos son de un pueblo de Teruel y creo que fue todo el pueblo y, que te voy a contar, ella es muy cumplida, seguro que llevó para todos.
- Que barbaridad...
-Oye... y que estuvieron una semana en Romana.
-Entonces... a cien por persona y día, el pueblo entero y siete días...
-Un camión tío, un camión.
El Escabeche mordisqueó un pepinillo que sacó de un bote de cristal que tenía la etiqueta manchada de aceite, suspiró con la vista perdida en el falso techo de corcho en el que alumbraban unos fluorescentes viejos y ruidosos.
-¿Y cómo se llama el santo ese?
-No estoy muy seguro: Nicomedes, creo -dijo el Escabeche tragándose el resto del pepinillo que todavía permanecía en su boca.
-Bueno pues como hay confianza podemos llamarle Nico ¿no?
-Le podemos llamar como tú quieras, al santo que más le da.
-Y ya de paso, le podemos pedir algún milagro, oye al fin y al cabo somos de los suyos, gente sencilla, de pueblo -le dije al Escabeche mirando, con descaro, las tetas desnudas de una chica rubia y guapa que nos sonreía desde la hoja de un calendario con las puntas arrugadas.
-Tú pide, tú pide, y si te da algo ya me avisaras.
El Escabeche sonrió enseñándome los dientes manchados con ligeras motas verdes de los restos del pepinillo.

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