Sunday, January 20, 2008

 

FANTOMAS

Caminábamos entre la gente que se agachaba mecánicamente para mirar cualquiera de los cachivaches que estaban tirados en el suelo, algunos sobre alguna improvisada alfombra de plástico, otros directamente sobre el asfalto irregular y oscuro. Mirando a la cara de los vendedores uno se podría imaginar que estaba en cualquier zoco: en el Cairo, en Estambul... Le fallaban los colores y los olores intensos de las especies, la emoción del viaje y la sensación de lo nuevo. Estábamos en los Encantes de Barcelona, el rastro, la Fira del Bellcaire, como también se le llama. No habíamos ido a buscar nada especial, solo queríamos pasear, pasar un rato, quizás comprar algo original y bonito.
-¿Y qué, cómo has pasado las Navidades? -Me dice mi amigo que se frotaba, con violencia, su barba blanca y perfectamente recortada.
-Solo regular, aunque me gustan mucho... pero no han sido mis mejores fiestas, desde luego.
-Ya, a veces pasa.
-Bueno, en cualquier caso también me han pasado cosas divertidas... El día de navidad, por la tarde, fuimos al cine. Mientras hacíamos tiempo para que empezara la sesión aprovechamos para mirar cosas en el FNAC, libros y películas, ya sabes. Me compré las obras maestras de Louis de Funès...
-¡No me jodas!
-Sí, sí, como te cuento. Siete u ocho cedes: “El abuelo congelado”, “El gran restaurante”, las tres de Fantomas... Lo cierto es que el impulso de comprarlas fue por eso, no sé, creo que me retrotrae a mi infancia y al cine de los domingos por la tarde, entonces Fantomas era un personaje increíble, fascinante.
-¿Pero tu que habías bebido?
-Ja, ja, ja, mucho supongo, aunque bueno. Era Viña Pomal, reserva del 2001. Lo sé porque estuvo a punto de darme un infarto cuando vi como tres chicas: una era mi cuñada y las otras dos creo que son primas o algo así, no sé, no entiendo mucho de parentescos, le ponían gaseosa... fue un dolor indescriptible ya te puedes imaginar.
-Bueno yo a veces también hago cosas de esas. El vino mezclado con gaseosa es bueno y cuanto mejor sea el vino mejor será el resultado final ¿no?
-Pues te rogaría que no lo hicieras en mi presencia, por el corazón, ya me entiendes.
Seguimos caminando hasta pararnos en unas mesas en las que vendían películas, todas de segunda mano, había muchísimas. Mi amigo estuvo mirándolas y finalmente compró un montón, después de comprobar, en unas listas que llevaba, que no las tenía repetidas.
-¡Oye! ¿Pero tú cuando ves tantas películas?
-No, no, si no las miro, las compro para cuando me jubile... entonces las veré todas.
Todavía nos estábamos riendo cuando vimos a dos hombres que caminaban hacía nosotros, jóvenes, altos, rubios y con la misma cazadora de piel. Eran gemelos, eran como dos gotas de agua. Saludaron a mi amigo y estuvieron charlando un rato con nosotros.
-¿A qué son clavados? -Me dijo mi amigo- yo la mitad de las veces no sé quien es uno u otro.
-Sí, es verdad. Estos días he leído una cosa sobre eso que me ha dado mucho que pensar. Mark Twain, el escritor americano...
-Sí, el de Tom Sawyer.
-Sí, ese mismo. Bueno este tenía un hermano mellizo, se llamaba Bill. De niños se parecían tanto que, para distinguirlos, les ataban unas cintas a las muñecas de diferentes colores. Un día los dejaron solos en la bañera y uno de ellos se ahogo, las cintas se les habían salido de las manos por el efecto del agua. “Nunca se supo quien se había ahogado, si Bill o yo”. Contesto Twain en una entrevista en la que hablaba de su infancia.
-Vaya, nunca lo había visto de esa manera.Fuimos caminando hasta el coche con la extraña sensación en el cerebro de que no se puede estar seguro ni de la propia muerte.

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